miércoles, 23 de octubre de 2013

Crónicas del Viejo Jaén

Don Lope de Sosa. Las antiguas procesiones del Santo Entierro y del Resucitado



A las dos de la tarde del Viernes Santo, todos los cofrades de la Hermandad del Santo Sepulcro y Virgen de los Dolores, se presentaban en la plaza de San Juan con sus túnicas de penitentes y sus escudos, ostentando las armas de la Cofradía.
La plaza, invadida de público, tenía  colocado en la esquina del Callejón del Señor San Antonio Abad, un tablado alto, un cadalso, lleno de adornos en cuyo centro se alzaba un Cristo Crucificado.
El Cristo tenía un sudario blanco y una toalla y a los lados estaban Dimas y Gestas (el buen ladrón y el mal ladrón) en sus respectivas cruces. A la derecha del grupo del Calvario, ya descrito, estaban la Virgen Dolorosa y San Juan Evangelista, y a la izquierda el Santo Sepulcro y María Magdalena.
En un extremo del tablado, había un púlpito y en él, el señor prior de San Juan predicaba el sermón del Descendimiento de la Cruz. En el momento en el que el predicador llegaba a referir la presencia de los santos varones José de Arimatea y Nicudemo, salían de la iglesia tres sacerdotes vestidos con albas y estolas negras, llevando en sus manos tenazas y martillos. Según el predicador iba explicando el Descendimiento, iban haciendo los sacerdotes lo que el prior decía, hasta descolgar de la cruz la escultura del Cristo y ponerla dentro del sepulcro.
Terminado este acto, los cofrades, unos por devoción y otros por penitencia, organizaban de la Cofradía, dando principio a la procesión del Santo Entierro.
Abrían la marcha dos maceros y tras ellos iban seis penitentes alumbrando el estandarte del Alférez Mayor de la Cofradía. Seguían el estandarte del Santo Sepulcro, el de San Dionisio Areopagita y la imagen de San Miguel Arcángel. Iban luego, las representaciones, plásticas o de cada uno de los pasajes, a saber: Moisés, con sus rayos luminosos toscamente imitados; los que el pueblo vulgarmente llamaba los turcos y que eran doce judíos representando las doce tribus de Israel; un hombre con una caja donde iban los huesos de Joseph el Justo; otro con un cetro y una corona sobre la almohada; y los Planetas representados por hombres cuyas cabezas gigantescas eran alusivas a los astros más importantes.
Marchaban luego, la escuadra del Santo Sepulcro, el estandarte de las Marías; un centenar de mujeres, vestidas de negro, a las que el vulgo conocía por el nombre de y luego aquella ciudad representada por cuantos elementos sociales, religiosos, militares y políticos intervinieron en la prisión sentencia, pasión y muerte de Jesucristo. En medio iba el .
Formaban tras de aquél, otro grupo, el estandarte de la Magdalena y su imagen; el Santo Sepulcro y después el clero parroquial.
La procesión recorría la ciudad y volvía a la magdalena, donde se sepultaba al Señor, según escritura de la dicha parroquia con la Cofradía. Hay que tener en cuenta que este culto que relatamos era del siglo XVI y que en los siglos XIV y XV esta procesión salía del hospital de la Santa Misericordia y recorriendo la ciudad volvía a la parroquia de la Magdalena.
Los cofrades descansaban el sábado y reanudaban sus tareas el domingo de resurrección. En la mañana de aquel día, en el Altar Mayor de San Juan, aparecían vestidas de gala las imágenes de la Cofradía. Los cofrades, al amanecer, salían de San Juan, e iban a la Magdalena, en cuyo Altar Mayor estaba ya el Señor Resucitado. En posesión ya de él, era conducido por delante del Convento de la Trinidad hasta la plaza de San Juan, en cuyo centro se hallaba la Virgen de la Soledad.
Al llegar allí, la imagen de San Juan mirando hacia adelante y otras tres retirándose.
Salía luego de la parroquia de San Juan la imagen de la Magdalena por la puerta y haciendo tres saludos al Señor y tres a la Virgen, participaba a ésta la resurrección de su hijo poniéndose cerca de ella, llegando juntas al lado del Resucitado.

Entonces la procesión, con el Resucitado e el centro, la Virgen a la derecha y a la Magdalena a la izquierda y San Juan delante, iba al Convento de la Coronada por la calle Maestra Baja retornando por la Ropa Vieja.-

Don Lope de Sosa : crónica mensual de la provincia de Jaén: Año I Número III - 1913 marzo 31


jueves, 10 de octubre de 2013

Enrique IV. El primer y único príncipe de Jaén

Enrique nació en la desaparecida Casa de las Aldabas de la calle Teresa Gil de Valladolid. Al nacer, Castilla se encontraba bajo el control de Álvaro de Luna, que intentó controlar las compañías y educación de Enrique. Entre los compañeros de su juventud se contaba Juan Pacheco, que sería su hombre de confianza. Las luchas, reconciliaciones e intrigas por el poder entre los diversos nobles, el condestable Álvaro de Luna y los Infantes de Aragón serían una constante.

En abril de 1425, tres meses después de su nacimiento, Enrique sería jurado como Príncipe de Asturias. Así mismo el 10 de octubre de 1444 se convierte en el primer, y único, príncipe de Jaén. En 1445 riñó la batalla de Olmedo, en la que saldría derrotado el bando de los Infantes de Aragón.
Este personaje, hasta hora el único Príncipe de Asturias que ha utilizado el título de Príncipe de Jaén, es un personaje peculiar en la historia de España, conocido como Enrique IV el Impotente, y ahora mucho más conocido a nivel popular como personaje en la serie de Televisión Española Isabel, centrada en la temporada pasada en el enfrentamiento entre el entonces rey y su hermana la princesa Isabel.
Aunque no ha tenido un uso prolongado en el tiempo, el título de Príncipe de Jaén sigue unido al Principado de Asturias y el actual titular, Felipe de Borbón, podría utilizarlo si quisiera hacerlo.
En la revista cultural Don Lope de Sosa (1913-1930), creada por el Cronista oficial de la provincia de Jaén, D. Alfredo Cazabán Laguna (1870-1929) se menciona en un artículo la creación del principado de Jaén por el rey Juan II (10 de octubre de 1444) para intentar restablecer el orden provocado por una revuelta nobiliaria en Baeza, que afectó a toda la provincia y que enfrentó al obispo D. Gonzalo de Zúñiga con esta ciudad. El principado fue dado a su hijo heredero Enrique quien en 1444 se tituló príncipe de Asturias y de Jaén. Con su subida al trono la situación en la provincia se estabiliza y el principado se deroga.
Cuartillo de Enrique IV acuñado en Jaén.
Reino de Jaén
El reino de Jaén fue una jurisdicción territorial o provincia de la Corona de Castilla desde la reconquista hasta la división territorial de España en 1833. Conocido como el "Santo Reino", comprendió un territorio que coincide aproximadamente con la actual provincia de Jaén y fue uno de los cuatro reinos de Andalucía. Las localidades que lo componían según el Catastro de Ensenada pueden verse en el anexo Localidades del Reino de Jaén.
Tras la reconquista del territorio, la primera idea de la monarquía castellana fue crear un reino en torno a Baeza, lo que hubiera dado continuidad a la Taifa de Baeza y hubiera servido para restaurar la desaparecida diócesis de Cástulo-Baeza. Sin embargo, finalmente se eligió Jaén, que anteriormente había sido capital de la Taifa de Jaén. Los principales concejos del reino de Jaén fueron Andújar, Úbeda, Baeza, Martos, Cazorla y Alcalá la Real.
Desde el punto de vista jurisdiccional el territorio del reino de Jaén era tanto realengo como señorial, existiendo en él señoríos tanto laicos como eclesiásticos. Entre los primeros se encontraban los territorios de la Casa de Santisteban del Puerto, la Casa de Alburquerque, la Casa de los Cobos y de la Casa de Arcos. Entre los segundos estaban el Adelantamiento de Cazorla y la Encomienda de Martos, propiedad del Obispado de Toledo y de la Orden de Calatrava respectivamente, así como Albanchez, de la Orden de Santiago.
El Reino de Jaén poseía dos exclaves territoriales situados en el Reino de Córdoba, que eran Belmez y Villafranca de Córdoba. Por el contrario, el Reino de Granada tenía un enclave en el Reino de Jaén, formado por Bélmez de la Moraleda y Solera.


Nombrado Príncipe de Jaén Enrique IV, en el siglo XVIII en territorios del reino de Jaén se fundaron las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena, mientras que en los reinos de Córdoba y Sevilla se crearon las de Andalucía.
En 1833, tras 587 años de existencia, el Real Decreto de 30 de noviembre suprimió el reino de Jaén, creándose la actual provincia de Jaén, que se formó uniendo las localidades del reino homónimo, algunas localidades del reino de Murcia, y dos poblaciones que hasta entonces pertenecían a La Mancha: Beas de Segura y Chiclana de Segura. Los lugares del reino de Murcia que se incorporaron a Jaén fueron Benatae, Génave, Orcera, Santiago de la Espada, Segura de la Sierra (con los agregados de La Puerta y de Bujaraiza), Siles, Torres y Villarrodrigo. Además, la nueva provincia incorporó los dos enclaves del reino de Granada que existían en el reino de Jaén: Bélmez de la Moraleda y Solera, que era un municipio independiente (hoy integrado en el de Huelma). Actualmente la provincia está compuesta por los municipios que pueden verse en el anexo Municipios de la provincia de Jaén.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Las murallas de Jaén. Ibérica y Medieval

Las murallas de Jaén se diferencian en la muralla ibérica, situadas en los yacimientos arqueológicos del norte de la ciudad, y la muralla medieval, edificada en época romana y transformada por musulmanes y cristianos.

Muralla Ibérica
El reciente descubrimiento de los yacimientos arqueológicos de Marroquíes Bajos, a unos cientos de metros del casco histórico y ya en terreno llano, han venido a controvertir radicalmente el concepto de la ciudad medieval que hasta hace muy poco se tenía.
La muralla fue datada por carbono 14 entre los años 2450 al 2125 a.C. y está considerada como «una pieza espectacular, un tramo tan amplio que tienes la posibilidad de ver en perspectiva el lienzo, las torres, las puertas... Difícilmente hay en España un caso similar del periodo Calcolítico. Difícilmente se puede justificar que no se conserve ahí», según el director del Centro Andaluz de Arqueología Ibera.


Muralla Medieval
La muralla de Jaén surge debido a la expansión de la ciudad, y a una desafortunada política de demoliciones llevada a cabo principalmente en la segunda mitad del siglo XIX, desaparecieron las murallas que bajaban desde el Castillo para ceñir a la población. Está no circunscribía el perímetro de la ciudad. Por el contrario, ésta se extendía en arrabales a su alrededores y esto provocaba sucesivas ampliaciones del recinto. La muralla acogía así a aquellas clases sociales vinculadas al poder civil y religioso y a servicios tales como el comercio, los baños, etc.
El hecho de que su extensión doblara la de la ciudad medieval conocida, allá por el siglo X, da una idea de hasta qué punto la población se diseminaba en las cercanías del núcleo principal, dedicándose a distintas actividades entre las que destacaría la agricultura.
La muralla destacaba por su fortaleza, por lo que algunos autores musulmanes y cristianos hablaron de ella con admiración:

Yayyán es la ciudadela de Al-Andalus, con la que ninguna otra ciudad puede ser comparada en abundancia de cereal, número de valientes soldados y fortaleza y solidez de sus murallas.
Abu-I-Walid al-Sâqundi
Jahan es villa real et de grant pueblo et bien enfortalesçida et bien encastillada de muy fuerte et de muy tendida çerca et bien asentada et de muchas et fuertes torres et de muchas et buenas aguas dentro de la villa, et abondada de todos abondamientos que a noble et a rica villa convien aver. Et fue siempre villa de muy grant guerra et muy reçelada, et donde venie siempre mucho danno a cristianos et quantos enpeesçemientos avien a ser; mas desque ella en poder de los cristianos fue et entrada en el sennorio del noble rey don Fernando, fue siempre después la frontera bien parada et segura, et los cristianos que alli eran sennores de lo que avien.
Fragmento de Estoria de España de Alfonso X “El Sabio”

En el siglo XV la muralla que fue ampliada por Miguel Lucas de Iranzo, comenzaba en la llamada “Puerta de Noguera”, descendía por los Adarves hasta llegar a la ”Puerta del Ángel”, hoy perfectamente conservada y que da acceso al parque de la "Alameda de Capuchinos", continuaba hacia el “Portillo de San Jerónimo”, donde aparecían dos hermosas torres cuadradas; ascendía por la actual avenida de Granada, hasta la “Puerta de Barrera”, continuando hacia el torreón de San Agustín, lugar donde se cerraba este segundo recinto amurallado que albergaba el arrabal de San Ildefonso. 



Puertas

La muralla de Jaén contaba con 10 puertas principales y otras tantas de menor tamaño pero de gran importancia para la población, eran:
Puerta Nueva, Portón de La Llana, Puerta de MartosPuerta del AceitunoPortillo del Sol, Puerta de BaezaPortillo Arroyo de San Pedro, Puerta de San Agustín, Portillo de San Bartolomé, Portillo de San Francisco, Puerta de Santa María, Postigo de San Sebastian, Postigo de las Cadenas, Puerta de Granada, Puerta NogueraPostigo de Don Diego, Puerta del Ángel o San MiguelPortillo de San Jerónimo, Puerta Barrera




miércoles, 2 de octubre de 2013

La ermita de Santa Isabel

Posibles restos de la ermita de Santa Isabel
Son escasos los datos publicados acerca de las ermitas, aunque existen algunos datos. En 1492 las Constituciones Sinodales realizadas por el obispo D. Luis de Osorio no mencionan nada acerca de las ermitas. Sin embargo en 1511 en las realizadas por D. Alonso Suárez aparecen varias ermitas entre ellas la de Sancta Elisabeth, que identificamos como la de Santa Isabel, que vuelve aparecer en las Constituciones Sinodales de 1586 y que deja de aparecer en las de 1624.

En el año 1710 la ermita se encontraba en situación de ruina debido a los temporales. Se había hundido parte del tejado y una parte de muro. Las obras fueron sufragadas por el obispado ya que la cofradía no disponía de fondos. Y Martínez de Mazas (1794) al mencionar la fundación en 1511 del Convento de La Coronada, indica que se fundo primero en el arrabal fuera de la Puerta de Martos, junto a la ermita de Santa Isabel.

Una noticia similar es la que proporciona Pascual Madoz también al referirse al convento de la Coronada, “Este convento, situado en la Calle Maestra Baja, fue de religiosos Carmelitas Observantes. Se fundó primero en el arrabal fuera de la Puerta de Martos, junto a la ermita de Santa Isabel en el año de 1511 por la devoción del Obispo Don Alonso Suárez de la Fuente del Sauce ...”.

Respecto al poblamiento en el entorno de la ermita no se dispone de muchos datos. Esta zona, extramuros de la antigua ciudad medieval, había sido tímidamente poblada en el siglo XV. En las fuentes medievales encontramos documentación del arrabal de la Puerta de Martos, en el que algunos jiennenses recibieron solares para construir casas a las afueras del mismo. Sin embargo, la repoblación del espacio extramuros que existía entre las Puertas del Aceituno y Baeza no debió ser tan temprana, ya que se seguían concediendo tierras para cultivo.

A pesar de ello un documento del año 1872 trata de un “expediente Instruido por la obra de composición de la cañería situada en el Ejido de Santa Isabel” donde se nos explica como Dña. Ana Rodríguez, Viuda de Antonio Prieto, expone al Ayuntamiento de Jaén que quiere arreglar la cañería que lleva el agua al Pilar Nuevo, situado en el ejido de Santa Isabel para aprovechar los sobrantes para su arrendamiento.

Por su parte A. Cazaban (1918) relata el supuesto hallazgo de una virgen (que la tradición señala a finales del siglo XIII), en el lugar donde se erigió una ermita dedicada a la Virgen Coronada, y que “alrededor de ella nació un barrio extramuros que fue de los más importantes de Jaén y que tomo su nombre de otra hermita ,- de la de Santa Isabel-,cuyo origen no hemos podido investigar si fue anterior o posterior al de la Coronada.” Esta fundación dio origen a un convento con el mismo nombre para dar mayor tributo a la virgen, y dice Cazaban “Estas y otras fundaciones religiosas en el barrio extramuros de Santa Isabel, dieron al mismo extraordinaria importancia y numerosa población”.

En resumen la ermita de Santa Isabel ha tenido una larga permanencia en el tiempo, ya que desde su fundación en la segunda mitad del siglo XV, siguió funcionando a lo largo de la Edad Moderna y, al menos, hasta la primera mitad del siglo XIX. Era sede de la cofradía titulada de “Santa Isabel y Santa Lucia”. Se desconocen los individuos que se agrupaban en el entorno de esta cofradía, si era por razones laborales o bien por razones espirituales. Como simple apunte se ha de tener en cuenta que Santa Lucia tiene un especial patronazgo sobre las enfermedades de los ojos y su profilaxis y por lo tanto era la patrona escogida por los herreros, debido al instrumental con el que estos trabajaban. Respecto a Santa Isabel, ésta se relaciona con la práctica de la caridad y la asistencia hospitalaria.



Fuente: 
"Nuevas aportaciones acerca de las ermitas de Jaén: aproximación al estudio de la Ermita de Santa Isabel"
 por Beatriz Sánchez Justicia y Ana Herranz Sánchez

martes, 1 de octubre de 2013

La virgen de la Coronada

El hallazgo de esta imagen fue objeto de culto durante siglos en la ciudad.
Relieve de la Virgen de la Coronada, conservado en el Museo Provincial de Jaén.

La historia de la Virgen de la Coronada se repite en la tradición mariana española. Se trata, de nuevo, de una talla de una virgen que un agricultor haya cuando trabaja en el campo.

Este hecho o leyenda está datado en el siglo XIII, reinando Alfonso X el Sabio. En el lugar donde se produjo el hallazgo, en las cercanías de la Puerta de Martos, no tardó en levantarse una ermita y una torre, que servía de refugio a los agricultores durante las incursiones moriscas. Allí se constituyó una cofradía de ballesteros, la de la Coronada, y más tarde, ya en el siglo XVI, la ermita pasó a ser convento de los carmelitas descalzos.

La talla fue encontrada dentro de una campana, enterrada. Le dio nombre una corona en su cabeza. Fue destruida durante la Guerra Civil.

En torno a esta virgen se formaron otras leyendas. Se extendió su fama de intercesora por los cautivos. También se extendió el rumor de que los frailes la cambiaron por otra de mayor tamaño y ocultaron la original en un arca.

Fuente: Yayyan.com