Don Lope de Sosa. Las antiguas
procesiones del Santo Entierro y del Resucitado
A las dos de la tarde del Viernes
Santo, todos los cofrades de la Hermandad del Santo Sepulcro y Virgen de los
Dolores, se presentaban en la plaza de San Juan con sus túnicas de penitentes y
sus escudos, ostentando las armas de la Cofradía.
La plaza, invadida de público,
tenía colocado en la esquina del Callejón
del Señor San Antonio Abad, un tablado alto, un cadalso, lleno de adornos en
cuyo centro se alzaba un Cristo Crucificado.
El Cristo tenía un sudario blanco
y una toalla y a los lados estaban Dimas y Gestas (el buen ladrón y el mal
ladrón) en sus respectivas cruces. A la derecha del grupo del Calvario, ya
descrito, estaban la Virgen Dolorosa y San Juan Evangelista, y a la izquierda
el Santo Sepulcro y María Magdalena.
En un extremo del tablado, había
un púlpito y en él, el señor prior de San Juan predicaba el sermón del
Descendimiento de la Cruz. En el momento en el que el predicador llegaba a
referir la presencia de los santos varones José de Arimatea y Nicudemo, salían
de la iglesia tres sacerdotes vestidos con albas y estolas negras, llevando en
sus manos tenazas y martillos. Según el predicador iba explicando el
Descendimiento, iban haciendo los sacerdotes lo que el prior decía, hasta
descolgar de la cruz la escultura del Cristo y ponerla dentro del sepulcro.
Terminado este acto, los
cofrades, unos por devoción y otros por penitencia, organizaban de la Cofradía, dando principio a la procesión del Santo Entierro.
Abrían la marcha dos maceros y
tras ellos iban seis penitentes alumbrando el estandarte del Alférez Mayor de
la Cofradía. Seguían el estandarte del Santo Sepulcro, el de San Dionisio Areopagita
y la imagen de San Miguel Arcángel. Iban luego, las representaciones, plásticas
o de cada uno de los pasajes, a saber: Moisés, con sus rayos
luminosos toscamente imitados; los que el pueblo vulgarmente llamaba los turcos
y que eran doce judíos representando las doce tribus de Israel; un hombre con
una caja donde iban los huesos de Joseph el Justo; otro con un cetro y una
corona sobre la almohada; y los Planetas representados por hombres cuyas
cabezas gigantescas eran alusivas a los astros más importantes.
Marchaban luego, la escuadra del
Santo Sepulcro, el estandarte de las Marías; un centenar de mujeres, vestidas
de negro, a las que el vulgo conocía por el nombre de y luego aquella ciudad representada por cuantos elementos
sociales, religiosos, militares y políticos intervinieron en la prisión
sentencia, pasión y muerte de Jesucristo. En medio iba el .
Formaban tras de aquél, otro
grupo, el estandarte de la Magdalena y su imagen; el Santo Sepulcro y después
el clero parroquial.
La procesión recorría la ciudad y
volvía a la magdalena, donde se sepultaba al Señor, según escritura de la dicha
parroquia con la Cofradía. Hay que tener en cuenta que este culto que relatamos
era del siglo XVI y que en los siglos XIV y XV esta procesión salía del
hospital de la Santa Misericordia y recorriendo la ciudad volvía a la parroquia
de la Magdalena.
Los cofrades descansaban el sábado
y reanudaban sus tareas el domingo de resurrección. En la mañana de aquel día,
en el Altar Mayor de San Juan, aparecían vestidas de gala las imágenes de la
Cofradía. Los cofrades, al amanecer, salían de San Juan, e iban a la Magdalena,
en cuyo Altar Mayor estaba ya el Señor Resucitado. En posesión ya de él, era
conducido por delante del Convento de la Trinidad hasta la plaza de San Juan,
en cuyo centro se hallaba la Virgen de la Soledad.
Al llegar allí, la imagen de San
Juan mirando hacia adelante y otras tres
retirándose.
Salía luego de la parroquia de
San Juan la imagen de la Magdalena por la puerta y haciendo
tres saludos al Señor y tres a la Virgen, participaba a ésta la resurrección de
su hijo poniéndose cerca de ella, llegando juntas al lado del Resucitado.
Entonces la procesión, con el
Resucitado e el centro, la Virgen a la derecha y a la Magdalena a la izquierda
y San Juan delante, iba al Convento de la Coronada por la calle Maestra Baja
retornando por la Ropa Vieja.-
Don Lope de Sosa : crónica mensual de la provincia de Jaén: Año I Número III - 1913 marzo 31