miércoles, 31 de julio de 2013

Transición y democracia

El fin del franquismo supuso un nuevo impulso en el desarrollo de la ciudad. Desde entonces la política de la ciudad ha variado entre los principales partidos tanto en el gobierno de la ciudad, como en los representantes de los ciudadanos en las distintas administraciones.

Guerra Civil y franquismo

Durante la guerra civil la ciudad permanecerá leal al gobierno de la II República hasta abril de 1939. Durante la guerra servirían de prisión tanto la cárcel de la ciudad como la catedral, donde vendrían a parar cientos de detenidos en la capital y pueblos de la provincia. Destaca el dramático acontecimiento de la salida de los trenes de la muerte, los días 11 y 12 de agosto de 1936, donde se trasladaron cientos de prisioneros derechistas, entre los que se encontraban parte de la clase política y el obispo Manuel Basulto Jiménez, que fueron ejecutados en las estaciones de Madrid. Durante el periodo bélico, tanto en la ciudad como en el resto de la provincia se sucedieron las colectivizaciones que tuvieron especial importancia en la Colectividad de Las Infantas gestionada tanto por la UGT como por la CNT, así mismo se colectivizó por el sindicato anarquista el extinto Cine Asuán. Por otra parte, la capital jiennense sufrió durante el conflicto fuertes bombardeos por parte de la aviación fascista, siendo el más virulento el sufrido el día 1 de abril de 1937 cuando cinco trimotores Junkers de la Legión Cóndor del ejército nazi al servicio de las fuerzas del general sublevado Francisco Franco, fueron enviados a Jaén por el general Gonzalo Queipo de Llano. Su misión una operación de castigo sobre la población civil jiennense como represalia al bombardeo republicano sobre Cabra, Córdoba. Tras sobrevolar la capital dejaron caer su mortal carga sobre una población sin defensas aéreas compuesta fundamentalmente por refugiados. El balance trágico contabilizó 159 fallecidos por acción directa de las bombas y 280 heridos. Como venganza al bombardeo las autoridades de la ciudad ordenaron distintas sacas por las que fueron trasladados 128 presos derechistas al cementerio de Mancha Real donde serían fusilados. Es notoria la presencia durante el conflicto bélico de Miguel Hernández que participaría activamente en el periódico comunista Frente Sur teniendo su lugar de residencia en la Calle LLana, hoy de Francisco Coello, de la ciudad jiennense donde hoy existe una placa que recuerda este hecho.
El fin de la guerra, en 1939 supuso la detención de cientos de personas que serían juzgadas, y muchos condenados a muerte, acusados de crímenes en la retaguardia republicana. Estas personas sufrieron, en muchos casos, juicios sumarísimos y dejaron el triste balance represivo por parte del bando nacional de más de 9.674 muertes, según el Investigador Luis Miguel Sánchez Tostado, entre el periodo de la contienda y la posterior represión, frente a las 1.924 muertes que le asigna al bando republicano.
Como anécdota queda la que protagonizó Juanito Valderrama que pudo salvar la vida en la batalla de Brunete gracias al dirigente anarquista de la CNT de Jaén, Carlos Zimmerman quién le proporcionó un carné confederal y lo envió a otro lugar como soldado de fortificaciones, años después en una gira por Tetuán cantando el Emigrante, se reencontró con Carlos que estaba exiliado en el país vecino.

La huella judía

Tanto bajo dominación islámica como cristiana, durante toda la Edad Media existió en Jaén una nutrida población judía, que dio lugar a la existencia de una aljama que debió contar con sus edificios comunales tales como sinagogas, baños rituales, taberna para el vino judáico, etc. En realidad la presencia judía se documenta ya en el año 612, pero será a partir del siglo X, con el nacimiento en la ciudad del célebre cortesano judío Hasday ibn Shaprut, cuando la judería jiennense realmente alcanzará su esplendor. Ya el padre de Hasday, Isaac ibn Shaprut, había fundado una sinagoga en su ciudad natal y era mecenas de artistas locales.
Bajo dominación castellana la judería tendrá gran importancia bajo los reinados de Fernando III el Santo y de Alfonso X, sufriendo diversos altibajos hasta llegar a las graves persecuciones contra los judíos de 1391 y a la creación del tercer tribunal de la Inquisición de España en el reino de Jaén en el año 1483. Este tribunal se estableció en el corazón del que fuera antiguo barrio judío.
A pesar de las persecuciones, se documentan prácticas judaizantes hasta bien entrado el siglo XVIII y todavía entre los descendientes de los judíos expulsados del país, se conservan apellidos familiares con tradición de ser originarios de la ciudad, tales como Marrache, Dayan y el apellido "Jaén" en sus diferentes variantes en judeoespañol: Djaen, Djain, D´jaen y Kaen (este último solo en Turquía). El barrio judío se encuentra actualmente pendiente de un proyecto de rehabilitación integral y la ciudad es miembro de pleno derecho de la Red de Juderías de España "Caminos de Sefarad". Desde el año 2011 la ciudad es sede regional de la Casa de Sefarad-Israel.

La huella cristiana

Merced a su creciente importancia en los años siguientes, Xauen retomó el papel de cabeza del reino provincial que había ostentado Baeza en el ámbito político y religioso. Hasta la conquista de Granada, Jaén jugó un papel importantísimo en la lucha con los musulmanes del sur. De hecho, sufrió varios intentos de asalto y dos saqueos importantes, uno en el año 1300 y otro en 1368. Tal fue la importancia de la plaza jiennense, que el rey, Enrique II de Castilla otorga a Jaén el título de: «Muy noble y muy leal, guarda y defendimiento de los reinos de Castilla», dotándola a su vez de un Concejo propio y Cabildo, privilegios que se verían acrecentados con la llegada a Jaén del Privado del rey Enrique IV, el Condestable Miguel Lucas de Iranzo, al cual están dedicadas las fiestas patronales de la ciudad. La abundancia de agua propicia una rica agricultura y ganadería. La ciudad es una de las 18 que tienen representación en Cortes y se beneficia de sus privilegios reales. El Cabildo Catedralicio gozaría de enorme poder y en esta época se iniciaría la reconstrucción de la Catedral.
Conquistada Granada en 1492, Jaén cae en un lento y paulatino declive, del que intenta recuperarse en el Siglo XVII en que en la ciudad se crea un potente gremio de artesanos que favorecieron el comercio interior y exterior. Jugó un papel importante en el plano cultural, social y militar en la conquista y asentamiento en la América hispana.
El siglo XVII arranca con una profunda crisis, fruto de las malas cosechas, epidemias y la política de los Austrias, de continuas levas e impuestos. La ciudad perdería población progresivamente y se empobrecería, lo que supondría el deterioro de los barrios más antiguos. Esta crisis se mantendría prácticamente hasta el siglo XX.

Reconquista

En 1225 la ciudad de Jaén fue sitiada por las tropas de Fernando III el Santo, quien no pudo tomar la plaza por la carencia de máquinas de asedio. En la defensa de la ciudad participaron 160 caballeros cristianos que apoyaban a los musulmanes, acaudillados por el magnate Álvaro Pérez de Castro "el Castellano", señor de la Casa de Castro y bisnieto de Alfonso VII el Emperador, rey de Castilla y León. El número de combatientes que defendían Jaén, según las crónicas cristianas, era de 3.000 caballeros cristianos, 50.000 peones musulmanes y 160 caballeros cristianos al mando de Álvaro Pérez de Castro.
De esta forma, con el nombre de Iahen, que daría lugar al topónimo actual, en 1246 la ciudad fue reconquistada por Fernando III el Santo, rey de Castilla y León, a través de un pacto de vasallaje con el rey nazarí de Arjona, Muhammad I "Alhamar" (nacido en Arjona y quien ordenó levantar en su exilio la Alhambra de Granada), en el año 1246, dos años después será denominada como ciudad.
Será en 1248, dos años después de conquistada Jaén cuando por primera vez aparacerá la denominación de ciudad para este núcleo de población, con motivo de la construcción de la Capilla de San Ildefonso, (...) en 1260 ya se la titula "La Noble Çibdad de Jahén" apareciendo en 1313, junto a Córdoba y Sevilla, como las tres únicas ciudades del valle del Guadalquivir...
José Rodríguez Molina, La ciudad de Jaén. Inventario de sus documentos (1549-1727).Diputación Provincial de Jaén, 1982. Pág.8
Los nazaríes la atacaron en 1300, pero no consiguieron hacerse con la plaza debido a la ayuda prestada a Jaén por los Caballeros de Baeza. Se fortifica el castillo y la ciudad, que pasa a ocupar un lugar estratégico por su cercanía con el reino moro de Granada, lo que le vale reconocimientos y privilegios reales.

Etapa islámica

Durante cinco siglos estuvieron los árabes en Jaén (árabe: جيان, Jayyān). La consideraron como una gran ciudad. Le dieron walí, levantaron mezquitas, construyeron fortificaciones y palacios.
Conquistada Jaén por Abdelaziz, en el siglo X sería la capital del reino moro llamado Dijaryan. Los almorávides la incorporarían a su imperio en 1091 y los almohades la ganarían en 1148. Con los árabes Jaén, la cora de Yayyan, es una excelente tierra regada por abundante agua que fluye en forma de ríos y fuentes, poseedora de gran cantidad de cultivos y abundante cereal, bosques frondosos, así como de una famosa industria de tapices y utensilios domésticos de madera que se exportaban por todo Al-Andalus y el Magreb.
La victoria de los cristianos en la Batalla de las Navas de Tolosa (1212) supuso la apertura del valle del Guadalquivir para los ejércitos cristianos, que tras la victoria ocuparon, entre otras, la ciudad de Baeza

Batalla de las Navas de Tolosa.
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Etapa visigoda

Los visigodos se asentarían definitivamente en el primer tercio del siglo VI. Jaén quedaría al margen de sus asentamientos y seguiría siendo un territorio en el que predominaba la población hispanorromana, con algunas guarniciones militares, como Mentesa, en las que se concentraba la población germánica. Durante todo este siglo, la presencia visigoda por tanto es débil y son frecuentes las rebeliones de la aristocracia romana.
La presencia visigoda supuso un momento de decadencia para la ciudad, en favor a Mentesa, La Guardia, hasta donde llegaba el limes bizantino.
Así pues, durante este período Aurgi sufrió una considerable reducción como indica la arqueología. Hay pocos restos materiales de este período, merece la pena destacar un tremis áureo perteneciente al reinado de Wamba aparecido en una excavación arqueológica llevada a cabo en la plaza Cambil en 1992

Etapa romana

Alrededor del año 207 a. C. la ciudad es tomada por Escipión y arrebatada a los cartagineses. Tito Livio la describiría como una ciudad opulenta, recibiendo los nombres de Auringi y Oringe por Estrabón; Polibio, la conoció como Elinga y el Concilio de Ilíberis, como Advinge, Plinio como Nijis u Oringis.
No era en realidad una ciudad demasiado grande. Se levantaría alrededor del raudal de la Magdalena, corazón de la ciudad antigua, y no se conservan demasiados restos urbanos: sí estelas y mosaicos, muchos de ellos en el Museo de Jaén. También han aparecido restos de esta etapa en el yacimiento de Marroquíes Bajos. Inmediatamente a su conquista los romanos la consideraron una "ciudad" estipendiaria, es decir, bajo vigilancia militar y tributo debido a su apoyo a Cartago.
Durante el final de la república y principios del Imperio Romano, la ciudad fue romanizándose hasta que el emperador Vespasiano (69-79) o tal vez su hijo Tito (79-81) que le dieron el rango de municipio con derecho latino, conociéndose en adelante como Municipio Flavio Aurgitano o Aurgi.

Etapa púnica

Escultura del Cartaginés AníbalMuseo del Louvre.
Situada en una zona estratégica de paso, Jaén tuvo pronto a griegos y fenicios como pobladores y, por tanto, como protagonistas de hechos históricos.
La conquista cartaginesa del Guadalquivir comenzaría en el 237 a. C. y se prolongaría hasta el 231 a. C. La consecuencia inmediata de esta presencia fue la pronta explotación de los yacimientos mineros de Sierra Morena.
A la entrada de los cartagineses fue Jaén alcázar para Aníbal, haciéndose entonces la población grande, rica y fuerte, hasta el extremo de ser terror para los romanos.

Etapa ibérica

Durante la etapa protohistórica destaca el Cerro de la Plaza de Armas de Puente Tablas, un oppidum ibérico (poblaciones situadas sobre una meseta, fuertemente fortificadas, de mayor tamaño que los asentamientos levantinos que implicaría una estructura social desarrollada) de Puente Tablas, que fue abandonado antes de las Guerras Púnicas. Las excavaciones realizadas en este enclave han determinado la existencia de un muro escalonada, con torres avanzadas de grandes sillares en lo que se ha dado en llamar como Plaza de Armas.
Han sido abundantes los hallazgos de cerámica de borde quebrado y vuelto de finales del siglo V  a. C. y principios del siglo IV a. C. El poblado no se romaniza y en él se encuentran restos asimismo de cultura tartésica y medieval.
Los restos arqueológicos también testimonian la presencia ibérica en las proximidades del Castillo de Santa Catalina

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Los orígenes

Los remotos orígenes de Jaén se remontan, si nos atenemos a la arqueología, a la etapa calcolítica, hacia final del Neolítico, existían varias macroaldeas dispersas entre las que destaca el yacimiento de Marroquíes Bajos, uno de los asentamientos más antiguos de la península, se trata de una macroaldea organizada en cinco círculos concéntricos, con un sistema de muralla, empalizada y fosos de agua en cada uno de los círculos, y una superficie que oscila entre las 30 ha seguras y las 100 probables, alcanzada hacia el 2500 a. C. .
Restos arqueológicos hallados en el monte de Santa Catalina, en Caño Quebrado, y en Marroquíes Altos, la actual calle de Cristo Rey, vinculan los primeros asentamientos con la Cultura del Argar, ya antes del II milenio a.  C. , y en sus alrededores abundan las pinturas rupestres, incluso restos de arquitectura megalítica.


Marroquíes
La controvertida zona Arqueológica de Marroquíes ocupa una extensión aproximada de 40 hectáreas que coincide con varios sectores del Plan General de Ordenación Urbana programada como zona de construcción de viviendas. Cuando comenzaron los primeros movimientos de tierras para la construcción se puso de manifiesto parte de la ocupación humana que esa zona había contenido desde el III milenio antes de Cristo hasta los siglos XII y XIII y la relación que esta zona hubo de tener con lo que tradicionalmente se había considerado origen y desarrollo de la ciudad más antigua en torno al Cerro de Santa Catalina y sus laderas, lo que identificamos con la ciudad ibero-romana y medieval.


Los trabajos de arqueología urbana acometidos en esta zona desde febrero de 1995 hasta la actualidad han permitido documentar la existencia de diversas fases culturales. De ellas, la fase más conocida por su extensión y número de construcciones es la perteneciente a la Edad del Cobre (III milenio antes de Cristo). Se han estudiado viviendas excavadas en la roca o cabañas y otras construidas con zócalos de piedra y postes, posiblemente de madera, que sirven de soporte a techumbres de materia vegetal, silos o lugares para almacenaje, espacios dedicados a la metalurgia (con lo que ello implica del dominio humano sobre la producción de herramientas y la transformación de los minerales), estructuras de tipo defensivo, fosos y murallas, también sepulturas colectivas similares a las documentadas en 1950 durante las obras de la Iglesia de Cristo Rey en la zona de Marroquíes Altos; estas se encuentran situadas al Este, en una de las zonas más extremas del poblado. La delimitación de este poblado aún no es definitiva, en la actualidad los límites del mismo están en las líneas de fortificación y delimitación de murallas y fosos. Se han localizado cinco fosos desarrollados en círculos concéntricos con líneas de muralla en ocasiones perpendiculares a los fosos que al parecer garantiza un sistema defensivo bastante seguro; en otros casos se encuentran reforzando la parte interior del foso. La Edad del Cobre o calcolítico es una época importante en la Prehistoria, pues tras la revolución neolítica comienza a aparecer la metalurgia, la complejidad social, el control humano del territorio y la expansión demográfica en la Península Ibérica. Concretamente la Edad del Cobre en Jaén representa la consolidación de la economía agraria y la emergencia de un sistema territorial, articulado por centros importantes como Marroquíes Bajos en Jaén.

martes, 30 de julio de 2013

Leyenda de los angelitos de la Virgen de las Angustias

Una mañana del año 1667 llegó a Jaén un escultor llamado Antón acompañado de su esposa y dos pequeños hijos gemelos. Encontraron vivienda en una modesta casa de la Magdalena, pero los vecinos se extrañaban pues la mujer y los niños jamás salían a la calle. Antón comenzó a trabajar como escultor en las obras de la Catedral. Salía por las mañanas temprano y regresaba a casa a la noche. Tenía un carácter muy reservado y procuraba no mezclarse demasiado con la gente. Evitaba conversar con nadie y siempre caminaba en solitario por las calles menos transitadas. Nadie conocía nada acerca de su vida o su familia. Pero a pesar de ello, su trabajo con la piedra y la madera era exquisito y muy admirado, así que la demanda del mismo fue aumentando al igual que su fama.
Sin embargo, una noche desapareció con la familia sin dejar rastro. Los vecinos dijeron que habían escuchado fuertes gritos de gente en la casa, así como galopar de caballos y tropel de lucha. Algunos dijeron haber visto a Antón aquella noche corriendo desesperado hacia la puerta de Martos tras el rastro de una gran polvareda.
Un día, unos diez años después de aquellos hechos, volvió a verse a Antón por Jaén. El hombre tenía muy mal aspecto y había envejecido mucho más de lo normal para su edad. Mostraba claros signos de sufrimiento en su rostro.
Antón fue al convento de los Carmelitas Descalzos, donde se conservaban varias obras suyas, y pidió asilo a cambio de trabajo. El padre superior accedió, y se convirtió en la única persona con la que Antón cruzaba algunas palabras. Después de mucho tiempo y con gran paciencia, el superior logró que Antón relatara todo lo ocurrido.
El hombre contó que había sido hecho prisionero cuando prestaba servicio en un barco de guerra español y conducido a tierras africanas donde estuvo prisionero cuatro años. Cuando lo dejaron en libertad le dieron la opción de regresar a su tierra, pero él no contaba con medios económicos para hacerlo así que se puso a trabajar en casa de un rico musulmán. Allí conoció a la hermosa hija de éste y se enamoró de ella, siendo su amor a su vez correspondido. Pero por supuesto el padre no aprobaba dicha unión, por lo que ambos decidieron huir juntos de aquellas tierras. Así fue como llegaron a la Península. Primero se asentaron en Sevilla, donde nacieron sus dos hijos gemelos, y finalmente decidieron trasladarse a Jaén.
Decidieron guardar el secreto a todo el mundo y tratar de pasar totalmente desapercibidos por miedo a que su paradero llegara a oídos del padre de ella. Sin embargo, finalmente ocurrió lo temido y una noche se presentaron en la casa seis hombres armados y a caballo, los cuales, sin mediar palabra, le arrebataron a su esposa y sus dos hijos.
Antón no podía dejar de llorar recordando aquellos amargos momentos y las caras de dolor de su familia. Decía tener grabados en su mente los rostros contorsionados por la pena y las lágrimas de sus dos pequeños hijos. Había buscado a su familia hasta la extenuación, pero todo había sido en vano. El padre superior se quedó muy acongojado al conocer la triste historia y trató de darle todo su apoyo para ayudarlo a soportar el día a día.
Antón comenzó a trabajar en un precioso retablo para la Virgen de las Angustias, pero en sus ratos libres tallaba unos angelitos que lloraban amargamente con gran dolor. En aquellos rostros plasmó las imágenes de sus dos amados hijos en aquel triste momento en que fueron arrancados de su lado. Todos en el convento quedaron sorprendidos ante la belleza y realismo de la obra y los angelitos fueron colocados al pie de la imagen de Nuestra Señora.
Pero dos días después de bendecidos los angelitos, Antón volvió a desaparecer. Sólo dejó una nota sobre su cama dirigida al superior, en ella explicaba que no podía soportar el dolor que le causaba contemplar aquellos dos angelitos y por ello abandonaba Jaén para siempre. Nunca más se supo de él.

La dama del Palacio de los Vélez

Detrás de la catedral de Jaén, entre las calles Valparaíso y Almenas, se encuentra lo que queda del palacio de los Vélez, muy remodelado como Colegio de Arquitectos. De esta casona palaciega del siglo XVII se cuenta la siguiente leyenda: Habitaba en este palacio una muy ilustre y adinerada familia de Jaén. Se dice que esta familia vivía entre grandes lujos, con una profusa decoración en todo el palacio que demostraba el elevado poder económico del linaje que en él residía. Tenía esta familia una hermosa hija, de bellísimos ojos claros, pelo rubio y blanca piel. Reunía las mejores virtudes que pudiera ostentar una doncella casadera de la aristocracia del momento, pues era culta, bondadosa, prudente, comedida y cándida, además de caritativa en extremo con los más desfavorecidos; esta joven dama acostumbraba a tratar a todo el mundo como a iguales, sin darle importancia a su clase social, y hablaba con gran modestia, a pesar de su elevada posición, con doncellas, labriegos o pedigüeños, a los que nunca negaba una limosna y gustaba ayudar en lo que podía. El padre de la bella ostentaba de su hija aún más que de las inmensas riquezas que en tan gran número poseía. La madre hacía gala de las virtudes de su hija ante todas las damas aristocráticas de la ciudad, mostrándola, cuando paseaban juntas, como el más valioso de los tesoros que había en su casa.
Todos los más ricos y apuestos galanes de la ciudad la observaban intensamente cuando paseaba con su madre por la plaza de Santa María o simplemente dando un paseo por cualquiera de las calles o plazuelas cercanas a su palacio. Muchos fueron los pretendientes de la aristocracia jiennense que aspiraron a obtener su mano. Incluso se cuenta que numerosos fueron los nobles de otras ciudades que pretendieron casamiento con ella. Un día, la hermosa dama, con su habitual sencillez, entró en una extensa conversación con un joven plebeyo, posiblemente un subordinado de la casa. La muchacha entabló una gran amistad con él, encontrando en el humilde joven una serie de grandes virtudes que no había conocido antes en los grandes nobles con los que habitualmente se relacionaba, con lo que la chispa del amor hizo mella en el corazón de ambos jóvenes. Unidos por el más secreto de los amores, disfrutaron durante un tiempo el uno del otro, hasta que llegó el momento fatídico.
Un día, el orgulloso padre de la dama descubrió esta relación amorosa, que para él era una verdadera humillación y vergüenza, al igual que para la madre. Entonces los padres le exigieron que cesara la relación con ese muchacho de inferior condición social, pero ellos a escondidas siguieron viéndose. Enseguida el padre pensó en aplicar una drástica solución: encerrar a su hija en la alcoba más alta de una torre que en aquel entonces tenía el palacio de los Vélez, pero no pensó en un encierro temporal o llevadero, sino en emparedarla. Se dice que tapió incluso la ventana, dejando un pequeño orificio por el que apenas entraba el aire a la habitación. Desde entonces, dicen que la dejaron encerrada e incomunicada, para que nadie supiera de la grave afrenta que, según sus padres, había hecho su hija a su noble casa. El joven enamorado, transido de dolor, acudía todas las noches al pie de la torre donde estaba encerrada la dama, y ella, a través del pequeño orificio que tenía en la pared de su prisión, le lanzaba a la calle mensajes de amor escritos en las hojas que arrancaba de un libro de oraciones, único bien que sus padres le dejaron, escribiendo con una astilla de madera, de la ventana tapiada, con la que se pinchaba un dedo o la muñeca para utilizar su propia sangre como tinta.
Cuentan que posiblemente murió encerrada y olvidada por todos, en aquella oscura y triste torre, de hambre, desangrada o quizás de tristeza. Y una vez que murió, el fantasma de la hermosa joven rubia pasea su tristeza por las salas del palacio de los Vélez, quizás deseando encontrar al joven enamorado, al que nunca ha podido olvidar a pesar de los siglos transcurridos. La presencia fantasmal es un tema que se lleva entre los empleados del Colegio de Arquitectos con cierta normalidad pero con mucha discreción.

Los baños Árabes

Se dice que el rey de Jaén estaba en guerra con el rey de Córdoba y le mató. Sus súbditos fueron a los baños árabes donde se estaba bañando para celebrar su victoria. Los súbditos le cerraron las ventas y le dieron mas calor a la sala. El rey empezó a sudar y cuando ya no le quedó mas que sudar se quedó en los huesos. desde entonces se dice que sobre las 12 y las 12:30, el rey estará allí y absorberá la energía de aquellas persona que se encuentren allí, solo si son mágicas.

Leyenda de El Pósito

La Leyenda de El Pósito es una hermosa leyenda que forma parte del “Romancero de Jaén” (1861). Cuenta la historia de amor entre un capitán de los Tercios de Flandes, Diego de Osorio, y una hermosa dama de la ciudad de Jaén, Beatriz de Uceda.

Había en la ciudad una pareja de jóvenes que eran novios y estaban a punto de casarse. Por aquel tiempo volvían de las batallas los caballeros que habían luchado contra los moros por la Reconquista y uno de ellos, con buen físico y diestro en palabras se fijó en la joven y la conquistó. Esta abandonó a su prometido que en un principio no tuvo más remedio que conformarse.
El guerrero se casó finalmente con la joven jiennense, que además resultaba poseer una gran fortuna, ya que era miembro de una familia importante en la ciudad. Según cuenta la leyenda, su marido sabía de antemano que podía sacar provecho con este matrimonio y dejó ver su verdadero carácter.

Finalmente, el caballero no resulto ser el que parecía. Solo pretendía disfrutar de la fortuna de la joven, que pronto se dio cuenta del engaño por las actitudes de su marido, como salidas nocturnas y mujeriegas y su adicción al juego.
Una noche el supuesto caballero perdió toda la fortuna de su esposa y tuvo la desfachatez de regresar a su casa y pedirle a la joven que le diera todas sus joyas para volver a jugar.
La joven se defendió y se negó porque sabía del engaño y las joyas tenían un valor sentimental ya que pertenecían a su familia. Tras una discusión, el guerrero la mató, robó las joyas y se dirigió a la casa de juego. Pronto corrió la noticia y toda la ciudad se enteró de la tragedia. Fue entonces cuando el novio despechado lo retó y lo mató durante una lucha que tuvo lugar en la famosa Plaza del Pósito de Jaén.
La versión actual es que el joven, arrepentido de haber acabado con la vida de otro hombre, decidió tomar los hábitos de San Francisco como fraile en el convento que aquellos tiempos existía el actual Palacio de la Diputación Provincial de Jaén. La leyenda cuenta que algunas noches de frío ven en la Plaza del Pósito vagar a un fantasma negro que se para ante la cruz y reza arrepentido por haber matado a otra persona.
Distintos historiadores de la provincia de Jaén y más concretamente de su capital, han recogido estos curiosos hechos sobre la Plaza del Pósito y hay quien dice que, como en toda leyenda, en sus detalles existe algo que es aún fiel a la verdad.

"Descenso de la Virgen" en San Ildefonso


En una desesperada situación por el acoso continuo de los ejércitos moros granadinos, en la noche-madrugada del sábado 10 al domingo 11 de junio de 1430, se cuenta que ocurrió un hecho extraño y sobrenatural. Muchas personas humildes y sencillas, desde cuatro lugares diferentes del llamado “Arrabal de San Ildefonso”, fueron testigos de un extraño cortejo procesional frente a la actual Iglesia de San ildefonso.


Narra la crónica que justo cuando la ciudad iba a caer a manos de los granadinos, de una fulgurante luz que sobrevolaba Jaén, descendió una "Señora", vestida con resplandecientes ropajes y con un niño “bien criadillo en los brazos”, llevando a la derecha a un clérigo y a la izquierda una mujer con aspecto de beata, presidían una extraña procesión en la que figuraban las cruces parroquiales de la ciudad y una numerosa milicia de hombres de guerra detrás. La procesión, de la que emanaba una extraña luminosidad, recorrió algunas calles del arrabal, deteniéndose luego a espaldas de la Capilla de San Ildefonso, donde había aparejado un altar en que se ofreció una ceremonia litúrgica entre cantos sobrenaturales incomprensibles para los atemorizados jiennenses que contemplaban las escenas. Todo aquello, dicen, se esfumó cuando en los campanarios de la ciudad se escuchó el toque de Maitines. La piedad popular interpretó aquella visión fantasmal como un prodigioso "Descenso de la Virgen María a Jaén".
Ciertamente, desde 1430 a 1492, los giennenses resistieron con fuerza los sucesivos ataques, que incluso repelieron con éxito. Agradecidos a esta ayuda y patrocinio celestial, cuya luz acompañaba desde el cielo a los jiennenses en sus batallas, en el lugar donde había finalizado aquella misteriosa "procesión", se colocó una talla de la Virgen, posiblemente extraída de un retablo anterior. Las gentes comenzaron a visitar a esta imagen que, por pertenecer a la Capilla de San Ildefonso, llamaron “de la Capilla”.

La Iglesia de San Ildefonso

Con respecto a la Virgen de la Capilla y la Iglesia de San Ildefonso también existen leyendas, algunas relacionadas con la anterior del lagarto, cuya piel supuestamente está expuesta en dicha iglesia.
Una de ellas es la de La Cabeza de la Iglesia de San Ildefonso. Esta leyenda está basada en un hecho real que narra el licenciado Antonio Becerra en su Memorial sobre el culto y devoción a la Virgen de la Capilla, publicado en 1639. En la Iglesia Parroquial de San Ildefonso, sobre unos de los contrafuertes que flanquean la portada que abre a la plaza, justo en el alero de la cubierta, hay una cabeza tallada en piedra.
Se dice que es el vivo retrato de un joven, hijo de persona principal de la ciudad, que una noche, a finales del siglo XVI, se ocultó en el templo y robó las lámparas de plata que alumbraban a la Virgen de la Capilla. Salió de la ciudad con su botín, pero su mala conciencia lo desorientó y fue apresado en Los Villares. Juzgado sumariamente en Jaén, fue condenado a muerte sin que sus padres, pese a sus altas influencias, pudieran valerle. Le ahorcaron y luego se ordenó descuartizarlo y exponer sus restos sobre los contrafuertes del templo para que sirviera de escarmiento a posibles ladrones sacrílegos. Cuando los restos se consumieron con el tiempo, se ordenó que la cabeza, esculpida en piedra, permaneciera eternamente expuesta sobre el contrafuerte más próximo a la torre. Y ahí se puede contemplar hoy día.

La Mesa de Salomón

La ciudad siempre ha estado muy relacionada con el esoterismo. Los judíos son, entre otros, los que durante siglos buscaron el nombre de Dios, es decir: el conocimiento perfecto que solo encontró Salomón y que dejó escrito en su anillo y en la mítica Mesa de Salomón, tablero o espejo que, como dice Juan Eslava Galán, se encuentra oculta en Jaén, en el Santuario de la Diosa Madre que se identifica con la actual solar de la Catedral. Esa sabiduría daba, además, riqueza y todos aquellos que en Jaén estuvieron relacionados con este Santuario mítico tuvieron fortunas ingentes que sus solos medios no podían explicar. Como Salomón, que construye un gran templo lleno de riquezas que trae -además de expertos que lo construyen-, de muchos lugares del mundo conocido. Entre otros de Tartesos, el legendario reino nativo del sur peninsular y estirpe de los pueblos íberos que dominaron ésta tierra.


Leyenda de San Eufrasio

Pero sobre la presencia del Santo Rostro en Jaén la leyenda tradicional dice otra cosa: según la versión, el primer obispo de Jaén, San Eufrasio, (también el obispo Nicolás de Biedma) tenía una villa, fuera de las murallas de Jaén y allí en una capilla tenía dos diablillos encerrados en una vasija de cristal, los cuales se pasaban el día discutiendo el uno con el otro. Un día mientras los demonios lo creían dormido, San Eufrasio se da cuenta que los demonios no están discutiendo, sino cuchicheando algo en voz baja, escuchando cómo se decían que hoy era el día en que Lucifer le iba a tender una trampa al Papa y que estaba a punto de cometer un gran pecado; el obispo, para intentar evitarlo, amenazó a los diablillos para que le contaran todos los detalles, y al final éstos entraron a negociaciones con San Eufrasio, de modo que si le ayudaban éste no le diría nada a Lucifer de que sus diablillos le habían delatado. A cambio del silencio y de darle todos los días las sobras de su comida a los diablillos, éstos le llevarían volando por los aires a Roma, a lo que el obispo accedió. Entonces uno de los demonios se transforma en una gran bestia alada y sus lomo voló hasta el Vaticano en brevísimo tiempo; una vez allí previno al Papa de su caída en el pecado, se trataba de una mujer bellísima enviada por el demonio que iba hipnotizando a todos los hombres a su paso y que caían a sus pies, incluido el Papa. San Eufrasio llegó hasta ésta mujer y le impuso una cruz en el hombro, y en ése momento la tierra se abrió y devolvió al demonio hecho mujer al averno. Así, remediado el problema, el Papa, muy agradecido, le devolvió el Santo Rostro; y volvió a Jaén con la preciada reliquia de nuevo a lomos del diablillo y luego el obispo empezó a cumplir su promesa de darle las sobras de sus cenas, que a partir de entonces decidió que consistirían en comer nueces, con lo que el diablillo sólo obtenía las cáscaras.

Leyenda del Santo Rostro

Este objeto sagrado conservado en el santuario catedralicio, está rodeado de leyendas por su presunto origen y presencia en Jaén. Se dice que es uno de los tres dobleces del paño en los que se imprimió la imagen de la cara de Cristo cuando su dueña, Verónica, quiso secarle el sudor y la sangre camino del Calvario; pero seguramente se trata de una pintura medieval al estilo de los iconos bizantinos, pintado sobre una imagen sagrada aún mas antiguae ignota.
El santo rostro fue sacado de Jaén en varias ocasiones. Cuenta la leyenda que una de ellas fue devuelto a su diócesis por el obispo Nicolás de Biedma (1368-1378 y 1381-1383), pues el rey santo lo había dejado en Sevilla tras encontrarlo en Jaén en unas catacumbas del barranco de los Escuderos, muy cerca de la Catedral, donde había permanecido oculto desde la conquista árabe.


Catedral de Jaén

La Catedral también posee varias leyendas. Una de las más famosas: Hace más de medio siglo un niño pobre y huérfano de 5 o 6 años vivía en la Catedral. Una noche se durmió delante de un cuadro de una mecedora una mujer y un bebé. Cuando cerraron, el chaval oyó unos llantos y un ruido de mecedora. lo ignoró. Luego más fuertes. los volvió a ignorar. Luego parecían estar detrás de sus oídos. Se giró y vio que el bebé no estaba, cuando volvió a ponerse como antes el bebé estaba delante suya. se levantó y corrió hacia la puerta pero la madre lo mató.
Desde entonces se ve a un niño correteando a los minutos previos al cierre. Personajes notables como el ex-obispo de Jaén Santiago García Aracil afirman haber visto a este niño.


Nuestro Padre Jesús Nazareno (El abuelo)

Leyenda muy arraigada a la ciudad concierne a la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Cuenta la leyenda que un anciano fue acogido durante una noche en una casería a las afueras de la ciudad, y al ver un grueso tronco de olivo a la entrada dijo a los dueños que «buen nazareno saldría de ahí». Ante el comentario del anciano, le preguntaron «¿usted sería capaz de hacerlo?», él asintió y pidió únicamente que lo dejaran trabajar a solas en una habitación sin herramienta alguna, pues no tenía necesidad de ellas.
Los sorprendidos dueños accedieron a tan singular petición y dejaron al abuelo a solas con el tronco de olivo. Pasaron las horas y ningún ruido salía de la habitación. Preocupados, tocaron a la puerta por si le había pasado algo y al no obtener respuesta decidieron entrar... en la habitación no había rastro del abuelo y en lugar del tronco de olivo se encontraba ésta hermosa talla de cuerpo completo del nazareno. De ahí viene el nombre de esta procesión, conocida como "El Abuelo".

El castillo de Santa Catalina

Sobre el Castillo de Santa Catalina también versan varias leyendas, la mayoría relacionadas con fantasmas. Quizá la más conocida de ellas sea la de la amante del Condestable Iranzo, en cuya habitación se siguen escuchando ruidos y lamentos, y que se dice que se interpone cuando alguien intenta retratar a su amado.
Se cuenta que el Condestable Iranzo se enamoró de una mora y era correspondido. Los dos amantes se casaron y un día el Condestable tuvo que ir a combate. Los súbditos estaban celosos de ella, pues creían que el rey no pensaba en ellos. Quemaron y violaron a la mujer mora cuando estaba embarazada. Desde entonces se oyen sus lamentos, y si la veis estará moviendo los muebles.


Otra leyenda a destacar dice que en la época de los moros, el Castillo de Jaén tuvo un gobernador llamado Omar, valiente guerrero pero a la vez delicadamente enamorado de su esposa, Zoraida. Una tarde fue reclamado en la ciudad por el Cadí y partió al galope. No volvió y su esposa, tras una angustiosa noche, salió en su busca; lo encontraron con un puñal en la espalda en un altozano cercano al castillo. Tal era el dolor de la viuda que se abrazó al cadáver y rompió a llorar sin consuelo.
Cuando sus acompañantes intentaron separarla del cuerpo de su marido, cayeron en la cuenta de que había muerto también, pese a que seguía derramando abundantes lágrimas y que éstas, al caer al suelo, se fundían con aguas cristalinas que brotaban del suelo, en un lugar que siempre había sido seco. Allí se formó una fuente que hoy se conoce como Caño Quebrado. Desde entonces en las noches de febrero, aparecen dos figuras como espectros abrazados que se alejan hacia el castillo.

La leyenda de la cueva del tesoro de la Puerta de Baeza

Hay multitud de leyendas jiennenses que insisten en ello, en que las galerías y cuevas secretas de la ciudad poseen un tesoro, y en todo en un contexto misterioso y oculto que hay que respetar, para evitar terribles consecuencias. Tesoros que no tienen que ser siempre materiales, sino que serían sagrados y tendrían que ver con el secreto conocimiento que se guardaba en la ciudad santa del santo reino Jaén.
En la plaza de los Huérfanos de Jaén, en donde estaba una de las imponentes puertas de la muralla, la de Baeza, de la que ahora solo queda poco más que los cimientos, se sitúa una de las leyendas más curiosas y esotéricas que se conservan.
Se trata de un tesoro posiblemente propiedad de la familia judía que habitaba esa casa y que algún día volvería para recuperar sus propiedades tras la expulsión de los judíos de Jaén. Cuenta que unos ganaderos que estaban de viaje pidieron pasar la noche en una casa entre la plaza de los Huérfanos y la calle del mismo nombre. Aceptando la dueña por la generosa retribución que le ofrecían los pastores, estos se alojaron en el sótano, como ellos querían. A media noche la hija de los dueños se despertó y oyó unos extraños susurros que procedían de los sótanos de la casa, y sigilosamente descendió hacia ellos y vio, sin que los hombres se percataran de su presencia, como estos se encontraban alrededor de una vela encendida y pronunciaban unas palabras en un idioma que no comprendía. Tras las palabras y el ritual se abrió mágicamente uno raja en los muros; sin pausa, los pastores entraron por la grieta y al poco salieron cargados de monedas, joyas y otros objetos preciosos.
Apagaron la vela y entonces la brecha del muro se cerró. Al día siguiente los ganaderos abandonaron la casa, y la muchacha, que había memorizado las extrañas palabras que oyó pronunciar, pidió a su madre, tras decirle escuetamente lo que había visto, que la acompañara al sótano esa misma noche. Encendió la vela, que estaba ya muy pequeña por el uso de los pastores, y repitió el ritual que había observado, pronunciando las palabras mágicas; entonces, efectivamente, se abrió de nuevo el muro, ante el gran asombro de la madre. Mientras que la madre se quedó sosteniendo la vela, la hija entró en la cueva y deslumbrada ante el magnífico tesoro que cobijaba se entretuvo, la madre desesperada advirtió que la vela estaba a punto de apagarse, que cogiese cualquier cosa y saliera corriendo, pero la codicia de la joven la entretuvo hasta que por fin la vela se apagó sin que la muchacha reaccionara a tiempo ante los gritos de la madre que veía cómo la entrada a la cueva se cerraba. La madre, desesperada, se lanzó hacia el muro, pero este ya era de nuevo una sólida pared de piedra. Allí dentro se quedó la muchacha.

Lagarto de la Magdalena o Lagarto de Jaén


Sin duda alguna, la leyenda más conocida es la del Lagarto de la Magdalena (es conocido incluso a nivel de España, como el lagarto de Jaén, y popularmente llamado «El lagarto de la Magdalena»), un animal que atemorizaba a los pastores a finales del siglo XV comiéndose sus ovejas.
En el barrio de la magdalena había un temible lagarto que atacaba a todas las personas que pasaban por allí a por agua, pues Jaén es muy rica en agua. Los ciudadanos ya estaban hartos y pidieron al rey que enviase a alguien a combatir contra el lagarto. Un preso que estaba condenado se ofreció a cambio de que le liberasen. Pidió la piel de una oveja, polvora, panes y un caballo. Fue hacía el raudal y empezó a tirarle los panes al enorme lagarto. llegó a una calle sin salida y le tiro la oveja con la polvora dentro. El lagarto se la tragó. Al cabo de unos minutos explotó y el preso retomó su libertad.
Hay que tener en cuenta que en las crónicas antiguas no se habla de un lagarto sino de una gran sierpe, es decir, una enorme serpiente, o sea, típica denominación en los textos antiguos para este tipo de monstruos que no dejan de ser los legendarios dragones, lo que aparece en el escudo de la catedral de Jaén y lo que tradicionalmente se ha dicho asemeja la figura de la propia ciudad recostada alrededor del cerro de Santa Catalina.