jueves, 6 de junio de 2013

Castillo de Santa Catalina


Esta fortaleza fue en sus orígenes un alcázar árabe construído durante el reinado del rey Alhamar. Después de la reconquista definitiva por San Fernando, en el año 1246, se levantó sobre la alcazaba mora una fortaleza cristiana con una iglesia consagrada a Santa Catalina, de la cual proviene el nombre de la fortaleza.

En el emplazamiento que ocupa se han ido sucediendo a lo largo de los siglos tres fortalezas: el Castillo Viejo, el Alcázar Nuevo y el de Abrehuy. Las reformas del siglo XV, impulsadas por el Condestable Iranzo, los unieron en la práctica.

El Alcázar Nuevo fue mandado construir por Fernando III tras la conquista de la ciudad, pero fue durante los reinados de Alfonso X y posteriormente, en el siglo XVII, en el reinado de Fernando IV, cuando se intensificaron las obras.

La fortaleza sufrió a través de los siglos numerosas modificaciones y largas etapas de abandono que lo sumieron en la ruina que los franceses, en 1812, acabaron por consumar.

Durante la ocupación francesa, a principios del XIX, se realizaron varias reformas como la construcción de un hospital, las caballerizas, pabellones para el gobernador, un área de oficinas y una plataforma artillera.

A lo largo del XIX, debido a las escaramuzas de las Guerras Carlistas, se reconstruyó por última vez.

La fortaleza ha dado lugar a tradiciones y leyendas a lo largo de los siglos, que se han guardado en la memoria popular...

Una de las leyendas, es la de la amante del Condestable Iranzo, condestable del reino de Castilla bajo las órdenes de Enrique IV en el siglo XV que realizó importantes remodelaciones en la ciudad de Jaén.

Al parecer el condestable estaba locamente enamorado de una muchacha musulmana que a su vez lo amaba a él con locura. El amor que ambos se profesaban era tal que los súbditos estaban terriblemente celosos de ella pues opinaban que el hombre desatendía por su culpa sus funciones.

Encontrándose ausente el condestable, algunos hombres abordaron a la mujer, la violaron y después prendieron fuego a su cuerpo, acabando así con su vida y con la del hijo que ella esperaba.

Se dice que en la habitación que en su día ocupara la mujer se escuchan sus lamentos desesperados mientras arrastra y golpea los muebles. Algunos huéspedes y trabajadores del parador aseguran que la han visto.

El fantasma, celoso, se interpone cada vez que alguien intenta realizar un retrato de su amante.



Otra leyenda a destacar dice que en la época de los moros, el Castillo de Jaén tuvo un gobernador llamado Omar, valiente guerrero pero a la vez tremendamente enamorado de su esposa, Zoraida. Una tarde fue reclamado en la ciudad por el Cadí y partió al galope. No volvió y su esposa, tras una angustiosa noche, salió en su busca; lo encontraron con un puñal en la espalda en un altozano cercano al castillo. Tal era el dolor de la viuda que se abrazó al cadáver y rompió a llorar sin consuelo.
Cuando sus acompañantes intentaron separarla del cuerpo de su marido, cayeron en la cuenta de que había muerto también, pese a que seguía derramando abundantes lágrimas y que éstas, al caer al suelo, se fundían con aguas cristalinas que brotaban del suelo, en un lugar que siempre había sido seco. Allí se formó una fuente que hoy se conoce como Caño Quebrao. Desde entonces en las noches de febrero, aparecen dos figuras como espectros abrazados que se alejan hacia el castillo."

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